De la Rosa púrpura


Radiantes los diamantes de las señoritas que se disponían a abalanzarse sobre los brazos de apuestos caballeros, en búsqueda de perpetrar un romance, la noche ocultaba entre sus olores de ceras por el adornado ambiente del salón, pasiones extendidas, feroces y fugases de ocasión, a los alrededores de la pista de baile, la multitud de ancianos de buen vestir, la opulencia y exageración de vestidos finos y joyas que lo eran aún más, los murmullos no dejaban de quitar el silencio al lugar, mientras los músicos alegres tocaban lucidas melodías que, hacían girar de un lado a otro el cabello cuidadosamente peinado de cada una de las doncellas. La servidumbre dispuesta a embrutecer a todos y cada uno dentro de la mansión, portaban uniformes desgastados, quizá algunos hasta con desgarres que detrás de hilos muy minuciosamente remendados, despistaban a la crítica que no descansaba de alimentarse con las desgracias, los errores en combinación de colores, el desaliño de quiénes no tomaron un minuto y medio para repensar el atuendo de tan distinguida celebración, así con tanta ferocidad, se escuchaban murmullos en los alrededores desde la mesa central hasta las más alejadas, de pronto, un brindis desencadenó un silencio que por horas no se había sentido, -Es propicio brindar esta iluminada noche- Don Silverio proseguía -Por todos y cada uno de los presentes, agradeciendo su apreciable asistencia y enhorabuena por esté compromiso que mi hijo celebra con su amada la señorita Cyntia De la Rosa- concluyendo con un estrepitoso, -¡Salud!- inmediatamente los músicos orquestaron un vals, los asistentes al escuchar las primeras notas musicales inmediatamente procedieron a dar pie al centro del salón para mostrar sus finos pasos. 

Mientras la celebración se encontraba en pleno apogeo, los necesitados de placeres se disponían a salir por las enormes ventanas que de techo a piso daban entrada a la luz de la luna, refugiados entre los oscuros caminos de los vastos jardines, los besos resonaban en casi todos los rincones, mientras la neblina cubría la estrellada noche, el frío intensificaba la humedad de aquel hermoso jardín en dónde los rosales se sobreponían a cualquier otra flor, el rojo de sus pétalos denotaba desde un púrpura hasta un negro profundo, que volviendo a los rincones y sonidos de ya excitados jóvenes, prometían algunos olvidarse de la inocencia que aun merodeaba sus cabezas, algo se escuchaba acercarse, mientras eso sucedía, ninguno de los ahí escondidos tomaba importancia alguna, mientras tanto, un grito ensordecedor pero fugaz, despegó de labios y brazos a algunos, tratando de averiguar de dónde o qué había sido tal escalofriante ruido, con los ojos abiertos hasta pegar los parpados con las cejas, en busca de algo de luz, que descubriera que pudo haber provocado ese silenciador momento, mientras una pareja que se encontraba cerca de la fuente ignoraba lo sucedido, continuaba con su cometido de la ya fría noche, soportando los ya menos dos grados Celsius, afianzados uno del otro, para con el calor humano hacer frente a la ya probable gripe que de contar con buen abrigo, no sería necesario el deseo de continuar en búsqueda de más calor, en ese momento Marina, sintió como un profundo escalofrío recorría desde su hombro izquierdo hasta su pierna derecha, humedecido el vestido que la acompañaba, aumentando el frío más y más, mientras su muy bien amado sofocado de dolor al no sentir parte de su brazo derecho sostener más a su amada, un olor fuertemente pesado como el del mismo hierro, muy pronto opacó el aroma de las flores que, a brisas rodeaban el ambiente, el abrazo ardiente de un tercero sorprendió a Roberto, quien en un intento de defender lo que había conseguido en esa apasionada noche, solo se desvaneció al suelo, unas garras sofocaban sus pulmones, mientras que su amada perdía rápidamente su sangre, él veía como eso se alejaba, mientras ella, sumergiéndose en las aguas de la fuente, pintadas con un color rojizo. Tres o cuatro parejas en distintas maneras tendrían la misma suerte, esa fría noche, una feroz bestia, aquellas necesitadas parejas, esos deseos de sentir el  amor, fueron las primeras víctimas de la madrugada, de aquel 3 de octubre. 

A poco tiempo de dar por concluida la celebración, las señoritas ausentes del baile, de las mesas y del salón mismo, siendo buscadas por su familia para emprender el regreso a sus aposentos, un mesero de una sola frase acalló todo lo que dentro de la mansión acontecía, -Todos están muertos- nadie, absolutamente nadie esperó escuchar más palabras y los asistentes en lo que en similitud era una tremenda estampida de bueyes, abarrotaron las salidas al jardín y las ventanas para dar fe de las palabras de aquel que todavía se encontraba perplejo por tal descubrimiento. El terror se apoderó de la gente en el momento en que las lámparas de petróleo iluminaban los caminos marcados de sangre que no dejaba rincón alguno, sin marcas de algo que se había apoderado de las vidas de aquellos jóvenes, un total de siete parejas entre ellas un extraño suceso yacía frente al hijo de Don Silverio, Cyntia De la Rosa se encontraba al costado de un extraño derrumbados ambos sobre su propia sangre, a sabidas de la gente, ciertamente no se sabe, las preguntas que en el momento merodeaban la cabeza de Silvio no pasaban del ¿Qué demonios pasa aquí? ¿Qué hacía ella aquí a esta hora? ¿Octavio por qué yace muerto a su lado? ¿Por qué estaban solos en esta oscuridad?, con tantas dudas y pocas respuestas el alguacil estaba siendo avisado, de entre la multitud el Doctor del pueblo buscaba encontrar a alguno con vida. Catorce personas sin vida dejó un ataque ¿de quién? o ¿de qué?, se desconoce, -décadas atrás algo similar había ocurrido- al llegar a la escena del crimen comentó el alguacil.

Nadie de entre la multitud daba paso a sus hogares, la luz del día se aproximaba en el horizonte, la carroza fúnebre no se deba abasto en el traslado de los cadáveres, y la morgue que hacía tiempo no tenía un solo residente, era insuficiente para el albergue de parte de la juventud del pueblo, pasada la media noche de ese día, mientras los familiares de las victimas preparaban las salas de sus hogares para velar a sus seres, y la luna se encontraba en el punto máximo del cielo, durante el traslado de uno de los cuerpos, para ser exacto el que pertenecía a Cyntia De la Rosa, fue atacado el conductor de la carroza, quedando con vida pero perdiendo el cuerpo, según la versión contada por él, algo enorme salió de la nada y lo lanzó con tal fuerza que por algunos minutos quedó inconsciente, inmediatamente las calles se llenaron de personas curiosas de la situación, que más que temer por sus vidas, optaban por enterarse del suceso, ya muy hablado había sido lo acontecido durante la madrugada, ahora un nuevo ataque, finalmente, los pobladores con antorchas, palos, escopetas y atiborrados de piedras en las bolsas, emprendieron la búsqueda del agresor y profanador, al seguir un rastro de gotas muy similares a la baba de perro, muy cerca del arroyo, bajo el puente que conduce al camino libre de la Tierra Baja, se encontraron con vestimentas, un hermano de la profanada, afirmaba que pertenecían a su hermana, pero hasta ese lugar terminaba el rastro que venían siguiendo, ahora, ¿para dónde debían continuar?, se movieron unas ramas de los álamos cercanos, quizá pudo haber sido el viento, se escucharon algunos crujidos, algo quebraba las ramas, mientras se acercaban al lugar de donde provenían esos extraños ruidos, de arriba de los arboles cayó un trozo de piel, asombrados los asistentes alumbrando la zona, quedaron sorprendidos al voltear hacia arriba descubrieron lo que hasta ese momento describen como el animal de dorso de piel y patas de león, la noche ocultaba algunos rasgos que pudieran haber sido tomados en cuenta para describir la parte superior del animal. Dándose cuenta de la presencia de los valientes caballeros, soltó su presa, azotando fuertemente frente a ellos, y aprovechando la confusión para escapar entre las ramas, y así dejar de aterrorizar este pueblo.


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